miércoles, 10 de junio de 2020

Una familia de palabras poco ilustre

En su titánica obra Los miserables, Víctor Hugo nos habla del argot y, para empezar, de la etimología de pereza. La palabra española y su hermana fracesa, paresse, vienen del latín pigritia.
Esta última también dio lugar en argot francés a pègre (robo) y pégrenne (hambre).


Pigritia est un mot terrible.
Il engendre un monde, la pègre, lisez: le vol, et un enfer, la pégrenne, lisez: la faim.
Ainsi la paresse est mère.
Elle a un fils, le vol, et une fille, la faim.
Où sommes-nous en ce moment? Dans l'argot.
Qu'est-ce que l'argot? C'est tout à la fois la nation et l'idiome; c'est le vol sous ses deux espèces, peuple et langue.
Lorsqu'il y a trente-quatre ans, le narrateur de cette grave et sombre histoire introduisait au milieu d'un ouvrage écrit dans le même but que celui-ci un voleur parlant argot, il y eut ébahissement et clameur.—Quoi! comment! l'argot? Mais l'argot est affreux! mais c'est la langue des chiourmes, des bagnes, des prisons, de tout ce que la société a de plus abominable! etc., etc., etc.

lunes, 18 de mayo de 2020

Madame Bovary leída a chillidos

A los traductores se nos suele recomendar, con buen criterio, que leamos en voz alta nuestras traducciones para descubrir posibles errores. Descubro que había quien leía sus escritos a grito pelado:

La palabra justa era aquella —única— que podía expresar cabalmente la idea. La obligación del escritor era encontrarla. ¿Cómo sabía cuándo la había encontrado? Se lo decía el oído: la palabra era justa cuando sonaba bien. Aquel ajuste perfecto entre forma y fondo —entre palabra e idea— se traducía en armonía musical. Por eso, Flaubert sometía todas sus fases a la prueba de «la gueulade» (la chillería o vocerío). Salía a leer en voz alta lo que había escrito, en una pequeña alameda de tilos que todavía existe en lo que fue su casita de Croisset: la allée des gueulades (la alameda del vocerío). Allí leía a voz en cuello lo que había escrito y el oído le decía si había acertado o debía seguir buscando los vocablos y frases hasta alcanzar aquella perfección artística que persiguió con tenacidad fanática hasta que la alcanzó. 

Vargas Llosa, M. (1997) Cartas a un joven novelista. Barcelona: Círculo de LectoresMa

viernes, 17 de abril de 2020

Cuando la ciencia se mete en política


Sí, la ciencia a veces se mete en política. Y así debe ser.

Corría el año 1969, la Guerra de Vietnam estaba en su punto álgido. Desde de la Segunda Guerra Mundial, con el lanzamiento de las bombas atómicas, latía en la sociedad la desconfianza hacia los científicos. La ciencia tenía mala prensa, con razón o sin ella, y a mi juicio es obligación moral de los científicos el combatirla. Ese mismo año, se declaraba un incendio en el río Cuyahoga (Estados Unidos) relacionado con la contaminación, incendio relacionado con la mala praxis del estado. Fue entonces cuando un grupo de estudiantes del Massachusetts Institute of Technology, consternados por el mal uso que el gobierno estadounidense hacía de la ciencia, fundaron la Union of Concerned Scientists (sindicato de científicos preocupados). Que no se diga...

UCS aúna sus esfuerzos con los de activistas, educadores, empresarios y otros ciudadanos, y con el paso del tiempo ha conseguido desempeñar un papel clave para aprobar normas para las emisiones de gases de los vehículos, promover la utilización de energía limpia, vetar a candidatos anticiencia para el gobierno de Donald Trump, obligar a que ExxonMobil incorpore el cambio climático en su plan empresarial y otros logros.

Me voy a ocupar aquí de una de las denuncias actuales de UCS: el de la supresión del derecho al voto en EE.UU.

Cuando cuento que en los países de habla inglesa −y he vivido un tiempo suficiente en uno de ellos− no existe el carné de identidad, normalmente a la gente no le entra en la cabeza. Diré más: no solo no tienen carné, sino que los ciudadanos de esos países sienten recelo por la idea ¿Cómo se las apañan? Se las apañan. Para votar hay que registrarse, el proceso puede tener sus complicaciones y a veces estas se recrudecen a propósito. Por ejemplo, restringiendo el horario para registrarse, aumentando con ello la probabilidad de que no puedan hacerlo quienes estén pluriempleados o sencillamente trabajen más horas. También se han dado casos en que se exige una partida de nacimiento, documento que no tendrán disponible algunos de los más pobres, pues en tiempos se facilitaba solo a quienes nacían en un hospital y no en casa. Se aplican también normas más descaradas y directas: no permitir el voto a presidiarios o expresidiarios en algunos estados. Mención especial merece la técnica del gerrymandering. Consiste esta en que se divide el territorio en circunscripciones de forma que se diluya el voto de un partido concreto. Si en la zona A se prevé que van a ganar unos indeseables, la zona A se divide en B y C, que formarán dos circunscripciones con las zonas vecinas B' y C' respectivamente. En B' y en C' no ganará el partido en cuestión.

UCS ha descubierto que estas prácticas causan problemas para la salud y el medio ambiente en los territorios donde se practican. Y de ahí se deriva su derecho a intervenir.
La lógica de quienes se oponen a la implantación de un documento nacional de identidad se inspira en buena medida en distopías tipo 1984; argumentan que es peligroso que un estado conozca todos tus movimientos debido a tu obligación de aportar en múltiples ubicaciones un documento con un mismo número de identificación. Tendrían mucha o poca razón, pero en mi opinión la polémica está superada por la llegada de los smartphones. Ahora estamos mucho más controlados que con un carné y a algunas poblaciones les están colando la burra de culo por otro sitio.

miércoles, 15 de abril de 2020

Ni de ciencias, ni de letras, sino tercerculturalista


Charles P. Snow, científico y escritor inglés, tuvo un estrecho contacto en su tiempo (mediados del s. XX) con dos especies opuestas: los intelectuales de ciencias y los de letras. Snow pinta un panorama fuertemente polarizado, con dos comunidades que no entablan diálogo y que albergan estereotipos estúpidos sobre el de enfrente. Se muestra incluso derrotista: opina que tal desencuentro acarrea unas consecuencias penosas para la sociedad.

Snow apunta a una idea incipiente, la de la «tercera cultura»; supone que la colisión entre ambas «galaxias» (llama así a los dos bandos) tiene que producir posibilidades creativas y estima que la clave está en cambiar el sistema de enseñanza, que divide a los alumnos en estas dos clases a una edad demasiado temprana. Su prioridad no es, sin embargo, generar esa tercera cultura, sino favorecer la comunicación entre las dos existentes, y llega incluso a proponer la biología molecular como campo de interés común a ambos polos y como componente obligatorio de la cultura general. (Por cierto, Snow se da cuenta de que en realidad sí comparten un interés común: la música). Según Snow, a diferencia de la termodinámica, por ejemplo, la biología molecular no entraña dificultades conceptuales serias pero sí requiere de imaginación visual y tridimensional, por lo que los pintores y escultores se abrazarían a ella. Incluso aventuraba que probablemente esta rama de la ciencia cambiaría la imagen que el ser humano tenía de sí mismo más de lo que la cambió Darwin.

Más de tres décadas después de que Snow expusiera su visión en la célebre conferencia «The Two Cultures» de 1959, sus esperanzas no se habían materializado. Al menos en lo que respecta al ámbito de interés común, el científico y escritor estuvo lejos de acertar. No se ha establecido el diálogo añorado: los intelectuales de letras no se comunican con los de ciencias, como Snow quería, lo que ha ocurrido es que los de ciencias han logrado cautivar al gran público, diré más, han puesto sobre la mesa disputas que son asunto de toda la sociedad y no solo de unas élites. La tercera cultura está servida. En 1995, el agente literario estadounidense John Brockman observaba en su obra La tercera cultura que esta nueva esfera reúne a los científicos y pensadores empíricos que, a través de su obra y producción literaria, ocupan el lugar del intelectual clásico a la hora de poner de manifiesto el sentido más profundo de nuestra vida. Algunos de los temas científicos que se han popularizado son: la propia biología molecular,* la inteligencia artificial, la vida artificial, la teoría del caos, las redes neuronales, los fractales, la biodiversidad, la nanotecnología, el genoma humano, las biosferas espaciales y varios más. Físicos, evolucionistas, biólogos, informáticos, psicólogos, sociólogos, etólogos, antropólogos y otros profesionales conforman la lista de intelectuales de la nueva era.

* Eso sí, nos falta por ver, como me gustaría a mí, aminoácidos plasmados en lienzo, en plan Kandinsky.

Imagen «Brussels Atomium» de Ulrich Sander, obtenida a través de www.pixabay.com

martes, 14 de abril de 2020

Modelos sobre la cultura científica


La doctora Marila Lázaro describe en su tesis varios modelos sobre la cultura científica.
Está el modelo de déficit cognitivo de los años 60, que aún perdura en el mundo académico. Según esta visión, el desencuentro entre la ciencia y la sociedad es un atributo individual, se debe a que hay personas sin los conocimientos de ciencia suficientes. Se han desarrollado herramientas de medición de estos, que arrojan unos resultados desfavorables, y la solución que propone el modelo está en la alfabetización.
Está por otro lado el modelo de la comprensión pública de la ciencia crítica, o modelo de ciencia y sociedad, que surge en los 90 cuando Atienza y Lufán postulan que las actitudes hacia la ciencia y la tecnología no solo dependen del nivel de alfabetización científica. De esta visión se desprende que se deben buscar formas de impartir la cultura científica que vayan más allá de la divulgación y la popularización. Este modelo precisa de una definición de la cultura científica que se base en la apropiación social de la ciencia (que la sociedad potencie y estimule los espacios y ejercicios de participación y diálogo en torno a la CyT).

lunes, 13 de abril de 2020

Conocimientos y cultura


El incremento de la cultura científica produce un incremento en la actitud positiva hacia la ciencia, y una actitud negativa hacia la ciencia es el resultado de la ignorancia.
Para quienes hayan leído la frase anterior con deleite, traigo un contrajemplo demoledor, el de la iniciativa Concise, consistente en reunir a cien personas representativas de la sociedad en varias mesas de debate en las que hablaron libremente de temas científicos controvertidos (cambio climático, vacunas, organismos modificados genéticamente y terapias alternativas), sin la intervención de expertos, y en registrar sus conversaciones. Según la responsable del estudio, la catedrática Carolina Moreno, «[el respaldo a las falsas terapias] no era un problema de educación; las personas con baja formación confían más en las fuentes institucionales». Hay más, en pequeños estudios anteriores, el equipo de Moreno ya se había dado cuenta de que «se estaban rompiendo los esquemas de los investigadores» a este respecto. En cualquier caso, falta por hacer un análisis pormenorizado de la información.
¿Por qué ocurre esto?
A priori, cabría suponer lo contrario. En los ochenta del s. XX, se sistematizó la disciplina de la comprensión pública de la ciencia (CPC) y se esgrimieron para ello unos argumentos en su favor: las fuerzas laborales mejor formadas redundan en la prosperidad nacional, la innovación reporta unos beneficios económicos, se toman decisiones políticas públicas informadas, las decisiones personales mejoran la vida de cada uno −en materia de dieta, salud, etc.−, se estimula la cultura... Todo ello nos haría darnos cuenta de que con la ciencia vivimos mejor. En esa misma década se desarrolló la Escala de Oxford, que mide el conocimiento, y se detectaron unos niveles alarmantemente bajos en la sociedad. John Durant postula en 1989 que «el conocimiento está positivamente relacionado con la actitud». En esa época, la opinión generalizada entre los científicos es la más intuitiva: que las actitudes negativas hacia la ciencia se basan en el desconocimiento (es el caso de la energía nuclear).
En la década de los 90, se empieza a poner en tela de juicio esta concepción: Collins y Pinch proponen que lo importante para evaluar la cultura científica pasa a ser la ciencia como proceso y no la idea que de ella se tenía anteriormente: una acumulación fija y certera de conocimientos. Se propone reconceptualizar las relaciones entre la ciencia y la sociedad. Lévy-Leblond da un tirón de orejas a los científicos y los insta a que también ellos se culturicen (se refiere a que manejen aspectos sociales, políticos y éticos de la ciencia y la tecnología). Se critican las encuestas que se venían realizando; por ejemplo, se cuestiona que sea útil que el ciudadano de a pie sepa que un electrón es más pequeño que un átomo. El concepto de alfabetización (general) evoluciona; en su momento, se consideraba que alguien era letrado si sabía leer y escribir, mientras que ahora se han incorporado otras exigencias. Paralelamente, se ha desarrollado el concepto del a «alfabetización científica». Thomas y Durant postulan que toda persona letrada científicamente debe saber que el mundo es comprensible, que las ideas científicas están sujetas a cambios, que el conocimiento científico es perdurable, que la ciencia exige evidencia, que la ciencia explica y predice, que los científicos tratan de evitar los sesgos, que existen unos principios éticos generalizados en la cultura de la ciencia, que la ciencia no es autoritaria, etc. Antes se exigían conocimientos sobre el mundo, ahora se han incorporado los de los mecanismos y valores de la ciencia.
Volviendo al artículo sobre la iniciativa Concise, se ve claramente que muchos de los que expresaban sus opiniones en las mesas de debate no cumplen los requisitos de Thomas y Durant, lo demuestran frases como «Todo el mundo sabe que los científicos no tienen ética» o «La información que te da un médico sobre las vacunas no es la verdad, es su conclusión».
En resumidas cuentas: vamos a matizar el enunciado inicial. El incremento de la cultura científica −si se trata de una cultura científica bien entendida, que incluya habilidades críticas, como el conocimiento de los procesos científicos− produce un incremento en la actitud positiva hacia la ciencia, y una actitud negativa hacia la ciencia es el resultado de la ignorancia.

martes, 31 de marzo de 2020

Hilo de Twitter


Ejercicio para el curso de Experto en Comunicación de la Ciencia de la Universidad Pública de Navarra. Simulación de un hilo de Twitter en que se da a conocer una noticia científica. Esta es la noticia original: https://news.cnrs.fr/articles/the-big-brother-effect-on-language-development 

Tuit 1: ¿Quiénes aprenden a hablar a una edad más temprana, los hermanos mayores o los menores? ¿El mayor estimula al menor o le roba atención de los padres? Hay un estudio que lo ha dejado bien claro. Piénsalo, no vale seguir leyendo.
2: ¿Lo has pensado? ¡Pues has fallado! La respuesta es: depende. He dicho que está bien claro, no que la respuesta sea sí o no. Si el retoño mayor es varón, obstaculizará el aprendizaje del menor. Si es hermana, no.
3: La adquisición del lenguaje se debe a la acción de los adultos más que de los niños. El hermano (varón) mayor compite por la atención de los padres, luego el menor aprende menos.
4: Si es hermana, no se da tal efecto negativo por dos razones: porque las niñas actúan de forma diferente y porque ellas mismas adquieren el lenguaje con más facilidad.
5: Tener una hermana mayor no supone una ventaja, simplemente no causa el efecto negativo. Hay dos grupos: los que tienen hermano (varón) mayor y los que no (incluidos los que tienen hermana mayor, los que no tienen hermano ni hermana mayor y los hijos únicos).
6: Naomi Havron lo ha investigado con 1.000 niños franceses de entre dos y seis años. Solo se seleccionaron parejas de hermanos o hijos únicos, para eliminar los factores de confusión que pudieran darse en las familias más grandes.
7: Malas noticias: parece que el efecto no se va con los años. Se sabe que en 5-6 años no ha desaparecido, y se especula con que puede durar siempre.
8: Un dato contraintuitivo: si las hermanas mayores tienen una diferencia de edad muy grande, los pequeños no presentan ninguna ventaja, no están sobreestimulados. No se sabe por qué.
9: Se espera que se saquen más datos con personas de otras culturas, con estructuras familiares diferentes.


Plataformas de divulgación científica


Hoy voy a comentar dos plataformas de divulgación científica, Cuadernode Cultura Científica y Xataka Ciencia, que en algunos sentidos son opuestas. Me parecen ambas muy buenas, todo sea dicho.
La etiqueta que me parece más descriptiva del contenido de CCC es que no es de «consumo rápido», un valor que tal vez no cotiza al alza en estos días de retuit reflejo y like pavloviano. Las categorías en que se dividen las entradas, #con_ciencia, Animalia, Ciencia infusa, Conferencia, Experiencia docet, Fronteras y varias más, no dan una idea a golpe de vista de lo que contiene cada una de ellas, es preciso leer la descripción. Los títulos en general son bastante más descriptivos, pero se ven algunos poco reveladores, como Los científicos que miraban fijamente a las cabras o Una información paradójica. Los artículos son largos y no siempre siguen la estructura de la pirámide invertida (la información más importante, al principio). En ocasiones, el artículo no entra de lleno en la cuestión, sino que se anda por las ramas, como en este ejemplo. Otra característica importante es la interdisciplinariedad. No hay más que ver la sección de Matemoción, que relaciona las matemáticas con el arte, la literatura y los juegos.
Por lo expuesto en el párrafo anterior, esta plataforma en mi opinión tiene por objetivo seducir y despertar el interés por el conocimiento, antes que proporcionar datos concretos. Exige un esfuerzo lector y por lo tanto está probablemente pensada para personas que ya tienen una cierta erudición.
XC es un medio igualmente atractivo, pero más en el plano visual. Se diferencia de CCC en que muchas cosas son más convencionales: incorpora un buscador; las categorías en que se organiza el contenido se corresponden en muchos casos con una rama del saber (biología, religión, ciencia, psicología, física...); existen, además de las categorías, unas «secciones» (Sabías que..., Eventos...); se busca también por palabras clave (nube de tags, que de paso da una idea de cuáles son las palabras más populares) y por fecha (aunque no veo fácil dar a la primera con estas opciones; están en el botón “Ver más temas”). Los artículos son más breves y sencillos. Creo que es una plataforma ideal para quienes quieran aficionarse a la lectura de temas científicos.


jueves, 19 de marzo de 2020

Entrevista a Emilio Verche


Emilio Verche es doctor en Psicología con mención internacional, experto en Neuropsicología, docente y responsable del podcast Experimiento Demente. Junto con otros colaboradores, Emilio divulga ciencia en Experimiento Demente, un espacio de corte guasón y secciones breves y dos veces buenas, entre las que se incluyen entrevistas, el concurso Invent or Fake (se trata de que adivinar, entre dos noticias falsas, cuál se han inventado los creadores de ED), desmitificación de bulos, ciencia contrafactual (qué habría pasado si algo no se hubiera inventado) y, a veces, Canciones relacionadas con la ciencia.
Emilio me ha concedido una entrevista para este blog.
Gracias por responder a mis preguntas.

1. ¿Cómo se hace para organizar un podcast desde cero? ¿Qué pasos aconsejarías a otra persona que quisiera hacerlo? ¿Hay muchas dificultades técnicas?
Creo que hay dos aspectos fundamentales: la idea y la técnica. Por un lado, hay que tener una idea clara de lo que quieres contar y cómo. Una vez tienes la idea, necesitas la parte técnica. Con una mesa de mezcla sencilla puedes realizar cosas muy profesionales. Hay softwares gratuitos con que puedes montar varias pistas. Eso sí, la postproducción es algo laboriosa. Sin embargo, cuando tienes ya la estructura, cada episodio puede ser fácil de montar. Nosotros tenemos la suerte de contar con los estudios de Europea Radio de la Universidad Europea de Madrid.

2. ¿Cuánto trabajo hay detrás de cada episodio de Expermiento Demente? ¿Cuánto tiempo se invierte, contando las negociaciones, la planificación, el montaje, etc.?
Pues hay varias horas. No te sabría decir exactamente. El podcast se emite quincenalmente. Una semana antes organizamos los contenidos y luego cada colaborador prepara su parte, documentándose y guioninzándolo. Además, contactamos con el/la entrevistado/a para cuadrar la entrevista que hay en cada programa. Previamente también preparamos los cortes de audio que vayamos a usar, como por ejemplo alguna canción o declaración. La grabación del programa suele durar una hora, en la que establecemos la pauta del programa con los cortes y entradillas y la grabación del programa. Posteriormente, el técnico hace los cambios que sean necesarios por errores o silencios entre distintas partes del programa.

3. ¿Cuál es vuestra experiencia con el feedback de los oyentes? ¿Recibís mucho o poco? ¿De fans, de haters?
El alcance del programa es pequeño. Tenemos algunos fans incondicionales que nos dan retroalimentación por redes sociales. Como somos algo cañeros con las pseudociencias, también hemos recibido críticas de gente a favor de la homeopatía, especialmente.

4. ¿A qué divulgadores científicos que emitan podcasts admiras?
A mí me gusta mucho Luis Quevedo con el podcast El Método y Valeria Edelsztein y Nadia Chiaramoni con Contemos Historias

5. Siendo optimista, suponiendo que cuentas con los recursos que quieras (tiempo, manos, etc.) para ED, ¿cómo ves el podcast de aquí a cinco años? ¿Qué te gustaría añadirle?
Me encantaría disponer de más tiempo para darle una periodicidad semanal. Además, tener la posibilidad de hacer programas para eventos especiales y grabar fuera del estudio, para estar más al día de la actualidad científica.


viernes, 6 de marzo de 2020

Azul, dabuten; ocre, mediocre


Piensa en un episodio en que un maestro de escuela haya tratado a un grupo de alumnos de forma despiadada. ¿Ya? Tengo otro mejor: el del experimento que realizó Jane Elliot en su clase en los años 60 (10º elemento de esta lista de experimentos infames). Exponiendo sus supuestas creencias, pero también comportándose conforme a estas, Elliot indujo a sus alumnos a pensar durante un día que las personas de ojos azules son más inteligentes que las de ojos marrones. Los chavales adoptaron una conducta acorde con lo que se esperaba de su recién inventada casta. Profecía autocumplida, así llama a este fenómeno la modernez del lenguaje.

Tengo más profecías autocumplidas. Muchos de los que tenemos «una edad» hemos sido educados en un sistema que separaba a los alumnos en dos grupos, el A y el B, según sus capacidades intelectuales. Al comienzo de cada ciclo, se adjudicaba una treintena de alumnos a cada clase, grupo que pasaba de un curso a otro hecho compartimento estanco durante dos o tres años, dependiendo del ciclo. Hace poco, un amigo de la infancia me decía a propósito de este asunto: «Mira, ¡acertaban!». No acertaban. Para yo mantener que aquello suponía un acierto respecto al futuro rendimiento académico de cada alumno, tendrían que haberse dado dos circunstancias:
a) que el alumno no supiera qué categoría se le había asignado hasta que concluyera su vida académica (una consecuencia de esto sería que en ambas clases tendrían que estar las dos categorías mezcladas, para no dar lugar a elucubraciones); y
b) que tampoco lo supieran los maestros que impartían las clases; es decir, que se mantuviera la asignación en secreto, que los visionarios y los maestros que tomaran el relevo fueran personas distintas, que pertenecieran a centros diferentes y que no estuvieran en contacto.

No se cumplía ninguna de estas condiciones. Es más, la dinámica imperante era lo contrario de lo que los científicos llaman «experimento doble ciego» o «de doble enmascaramiento» (ni el paciente sabe si lo que toma es un fármaco o un placebo, ni lo sabe el profesional que lo trata). Era lo contrario, no solo porque estaba disponible la información que tendría que haber estado velada, sino porque se ejercía una enorme influencia en el alumno por partida múltiple:
- el propio alumno de la clase B se desmoralizaba (o el del A se animaba);
- el profesor tenía más o menos expectativas respecto a él y se las transmitía, por ejemplo, impartiendo un temario más reducido en la clase B;
- la propia sociedad (familias, mayormente) ejercía una influencia similar a la del profesor.

Acabo de describir una «clase interactiva». Con «clase» no me refiero al grupo escolar y con «interactiva» no me refiero a que se usaran nuevas tecnologías, con participación activa de los educandos. El concepto de 'clase interactiva' está acuñado en la filosofía de la ciencia y se opone al de 'clase indiferente'. La diferencia está en si las personas o entes clasificados son conscientes o no de haber sido encasillados. Y se ha argumentado con solidez que, en el primero de los casos, los sujetos sufren la influencia de la clasificación, debido precisamente a ese autoconocimiento, y que, a su vez, influyen en la forma de clasificar y en la ciencia que los estudia, generando un bucle.

Una consecuencia de esta distinción es que las clases interactivas se dan más en ciencias sociales, mientras que las indiferentes abundan más en las ciencias naturales. Un ejemplo de clase indiferente sería el de los microbios, que, por más que evolucionen según las manipulaciones de las que son objeto (responden a una selección; por ejemplo, las bacterias que utilizamos en el yogur tienen más probabilidades de supervivencia), no son conscientes de las perrerías que padecen ni se despeinan por los juicios que albergamos sobre ellas.

Aquí va un intento de buscar un ejemplo de clase indiferente que ataña a seres humanos, y seguimos en el cole: los grupos etarios que determinan a qué curso va cada escolar. En principio, es una clasificación bastante «natural», objetiva. Estaríamos, de entrada, ante una clase indiferente. Sin embargo, a esto también se le puede sacar punta. Un niño nacido en diciembre compartirá aula con otros que hayan nacido casi un año antes que él y verá que se le exige lo mismo. Por el contrario, otro que haya nacido tan solo un mes más tarde, no se someterá a esa presión. Ya estamos influyendo en ellos. Aparte de que las materias que se imparten en cada curso se eligen de forma en parte arbitraria; tal vez en otro país, se enseñen cosas distintas. Conclusión: no es fácil encontrar un ejemplo. Como mucho, diremos que en este caso, estamos ante un grupo indiferente con componentes de interactivo, y es que la oposición entre estos dos términos también admite grises.

Un ejemplo mejor: los grupos etarios que marca el calendario de vacunas. Aquí ya sí estamos ante algo delimitado mucho más nítidamente; el saber que has sido vacunado o no influirá poco en tu conducta (de hecho, ¿quién se acuerda de qué vacunas ha definido?). He encontrado una clase indiferente en personas, pero he tenido que acotar mucho (para un propósito muy específico: para la administración de vacunas) y recurrir a la implicación de nuestros vecinos los microbios.

Llegado a este punto, creo que queda claro que pienso que las razas no existen. En realidad, sí existen en el sentido de que te marcan y están en la cabeza de muchas personas, lo que no es poco (se argumenta esto en este programa, hacia el final). Pero son categorías interactivas. La razón en que me baso es que no existen la esencia negra, la esencia china ni la esencia de ninguna raza; no existe ningún gen, marca o rasgo que sea común a todos los miembros de uno de estos grupos o que sea necesario o suficiente para establecer la pertenencia. El color de la piel no es necesario para ser negro: los hay albinos y con seguridad un racista tuerce el gesto (físicamente o no) ante ellos. Tampoco es suficiente: un blanco español puede adquirir un moreno marbellí, llegar al mismo tono que una persona afrodescendiente y aún así considerarse blanco. Por añadidura, en el improbable caso de que se descubriera tal esencia, faltaría por ver que esta se correlacionara unívocamente con otros rasgos o conductas. De momento, lo que se da en la sociedad es un experimento de Elliot a escala industrial.

Imagen de Doris Metternich, compartida en Pixabay


sábado, 29 de febrero de 2020

La simetría en la ciencia de la ciencia



Los sociólogos David Bloor, Barry Barnes y Steven Shapin criticaron fuertemente el enfoque mertoniano y dieron origen al llamado «Programa Fuerte», una explicación de la ciencia y de la sociología de la ciencia que debe sustentarse en estos cuatro pilares:
- Causalidad: Se trata de buscar las causas (sociales, psicológicas, biológicas, etc.) que originan una creencia.
- Imparcialidad: La ciencia debe centrarse en las causas de forma imparcial, sin considerar si la creencia es verdadera o falsa, racional o irracional.
- Simetría: Los mismos tipos de causas tienen que explicar las creencias verdaderas y las falsas. Dicho de otro modo, todas las formas de creencia y comportamiento deben explicarse de la misma manera.
- Reflexividad: Los patrones explicativos de la sociología han de poder aplicarse a la sociología misma.

Estos principios han sido muy controvertidos, en especial el de simetría, un verdadero desafío a la racionalidad de la ciencia. Resumo aquí la disputa:

Programa Fuerte:* ¿Conque vamos a aclarar por qué Fulanito piensa una chifladura? O jugamos todos, o rompemos la baraja. ¿Por qué piensas tú eso tan racional que piensas? Cuidadín, que me estás planteando una sociología del error.
Racionalismo:** Porque la verdad se explica por sí misma. Yo me creo que el microondas calienta los alimentos porque es verdad. Hay cosas que solo te las puedes creer estando tarumba, ahí tienes el terraplanismo. Así que no veo por qué nos vas a meter a todos en el mismo saco. Si no estás ido, te las crees por racionales.
PF: ¿La teoría de la relatividad de Einstein también te la crees porque es verdad? Te recuerdo que hemos estado un millón de años sin creérnosla.
R: Sí, me creo la teoría de Einstein porque es verdad. En ese millón de años de antes no la conocíamos.
PF: Porque es verdad no, que hubo que ha habido que mucho para que la peña la fuera aceptando.
R: Lógico. Tenemos nuestros protocolos y nuestras costumbres.
PF: Ah, pues entonces habrá que mirar esos protocolos y esas costumbres. ¿O te has creído tú que tenemos bula papal para que no nos estudien como los antropólogos estudian a una tribu de cazarrecolectores? Hay que inspeccionar, a ver qué se cuece en un laboratorio. No digo yo que todos seamos locos de atar, pero el hecho de no estar locos no sirve de base para afirmar que nuestras conclusiones son de cajón.
R: ¿Y qué sacas con eso, observando cuaderno en ristre como si fueras a dibujar insectos?
PF: Pues que ahora se adopta un enfoque microsociológico. Y esto aporta varias cosas, porque los factores sociológicos no son meros causantes de unas creencias. Te sirven también para construir los hechos y las teorías. Esto tiene su miga. Ahí tienes las corrientes del feminismo filosófico, que dicen que el antropocentrismo imperante incide en los métodos de investigación, en los programas elegidos y en las metáforas que se utilizan.
R: Por más que digas, los hechos son los que son.
PF: Los que son, no. Son una convención. En que exista una realidad externa, no me meto; no digo que los hechos no sean sólidos ni que esa convención sea arbitraria, al contrario. Pero lo que determina qué es un hecho son las negociaciones entre los científicos. Que si hace falta arbitrar por pares, que si una teoría tiene anomalías, que si esta teoría explica más cosas que la otra.
R: Entonces, ¿la realidad va a ser lo que a los científicos les dé la gana si se ponen de acuerdo en eso?
PR: No lo que les dé la gana. Cuando llegas a una serie de enunciados que es difícil modificar porque de momento no es posible consensuar más cosas, a esos enunciados es a lo que llamamos realidad.

Y esto es parte de lo que ha traído consigo el plantearse la simetría de la sociología.

* Estas opiniones no pretenden incluir solo las del PF propiamente dicho, sino también las de otros pensadores inspirados en él.
** Del mismo modo, no se recogen aquí todas las opiniones de una corriente denominada «realismo», sino que la denominación es un cajón de sastre de todos los críticos del PF.

Las normas de Merton y la naturaleza de la ciencia


En los años 40 del s. XX, la sociología de la ciencia adquiere relevancia con Robert K. Merton, quien se ocupa más de estudiar a los científicos que al conocimiento científico en sí. Merton establece cuatro normas o valores que han de regir la SdlC, son las normas CUDEO:

- Comunitarismo: La ciencia debe ser un bien de dominio público, al alcance de todo el que tenga la capacidad intelectual y el deseo necesarios para conocerla. Se define así el «imperativo de la comunicación de los hallazgos», que choca con la concepción capitalista (sistema de patentes);
- Universalismo: Las propuestas de un científico deben juzgarse con independencia del lugar que este ocupe en el contexto social (raza, nacionalidad, etc.);
- Desinterés: (No confundir con altruismo). Las investigaciones no se deben juzgar por intereses particulares. No impide este principio que se busque el beneficio propio;
- Escepticismo organizado: Se suspende temporalmente el juicio sobre unos resultados hasta que no se hayan efectuado los correspondientes exámenes independientes.
- Originalidad o exigencia de novedad. (Este quinto criterio se añadió más tarde).

Personalmente, me parece que las cuatro primeras normas son imprescindibles para la ciencia porque su aplicación evita los sesgos o los reduce en la medida de lo posible. Es esto más que evidente en el caso del escepticismo organizado, es una tautología o casi: a mayor número de personas con conocimiento de causa que examinen un estudio, menor será la probabilidad de que estas compartan el sesgo y, por lo tanto, más fácil será descubrir los posibles errores. También es patente esta ventaja en los casos del universalismo y del desinterés: sus opuestos, el localismo y la investigación comisionada, ya introducirían sesgos por definición. Por último, el comunitarismo me parece otro buen filtro porque somete todo estudio al juicio de muchas personas, de un modo parecido al del escepticismo, pero tal vez de manera más informal. Los valores CUDEO, son pues, como el propio Merton postula, buenos en sí mismos y, en mi opinión, hasta que llegue un cambio de paradigma que lo ponga todo patas arriba, atemporales.

Diría que están vigentes en la ciencia actual. Un buen ejemplo del comunitarismo lo encontramos al saber que Feng Zhang, uno de los científicos que han contribuido al avance de la revolucionaria tecnología CRISPR-Cas9, distribuyó los reactivos que descubrió gratuitamente a 25.000 investigadores de todo el mundo. (Con prácticas así ganamos todos: la información compartida por unos sirve para que otros aporten la siguiente pieza del rompecabezas). En cuanto al desinterés, existe un sistema de patentes que afectan a los nuevos medicamentos −de algo tienen que vivir quienes los descubren−, pero que caducan pasados veinte años de su descubrimiento (no de su comercialización). Respecto al universalismo, cabe afirmar que muchos de los avances científicos se producen gracias a la acción de equipos interdisciplinares. El escepticismo organizado viene garantizado por el sistema de arbitraje por pares, que se realiza de forma anónima, y que en muchos casos se considera imprescindible no ya para publicar los resultados de un estudio, sino también para obtener financiación. Se ha puesto de moda decir que vivimos en una distopía por diversas razones, pero hoy a mí me toca hacer una provocación y aportar el contrapunto: es todo amor.

sábado, 22 de febrero de 2020

Modelitos traigo


En la entrada de hoy sobre filosofía de la ciencia voy a hablar de modelos.

¿Qué no es un modelo? Un modelo no es una teoría. Se distinguen, entre otras cosas, en que los modelos tienen un ámbito de aplicación restringido y presentan un cierto grado de idealización o distorsión idealizada. Un modelo tampoco es una ley.

¿Qué es un modelo? Aproximación. Es difícil de definir, pues el término es ambiguo y polisémico. Un modelo representa un fenómeno, pero el concepto de 'representación' suscita muchos debates entre los filósofos de la ciencia. Lo único elocuente es verlo ejemplos: Unas esferas de colores alternos dispuestas de forma equidistante en una estructura tridimensional, formando cubos, representan el modo en el que se organizan los átomos de la sal común, el cloro y el sodio. Conforman una maqueta, y una maqueta es un modelo. Son también modelos los mapas, los diagramas, los conjuntos de oraciones y los sistemas de ecuaciones.

Hay un modelo que se utiliza en lingüística para clasificar algunos fonemas consonánticos y explicar algunos hechos de la historia de la lengua. Está compuesto por la terna de palabras «petaca», «forcejeo» y «bodega». En realidad, como se puede apreciar, no es más que una regla mnemotécnica, pero da mucho de sí. Veamos.

Cada una de las palabras de esta terna contiene unas consonantes que pertenecen todas al mismo grupo y, a su vez, a un grupo diferente del de las otras palabras. La primera, «petaca» está formada por consonantes oclusivas sordas; la segunda, por fricativas sordas (se exceptúa la r); y la última, por oclusivas sonoras. Estas familias de fonemas se diferencian en el modo de articulación. El modelo sirve como herramienta de comprensión y aprendizaje de las características de cada grupo.

Además, el modelo tiene la virtud de que, dentro de cada palabra, las tres consonantes se disponen en un mismo orden, según su punto de articulación. Va en primera posición la consonante que se pronuncia con los labios (la p y la b son bilabiales, la f es labiodental); después, la que se pronuncia por la acción de la lengua y los dientes (la t es dental; la z es interdental; y la d, a veces dental y a veces interdental); por último están las que se pronuncian con la garganta (son las guturales: k, j, g). Esta disposición sirve para establecer correspondencias entre los fonemas: por ejemplo, la f es el equivalente fricativo de la p y la b es una p sonora; y, si se explican tales conexiones a un estudiante, este puede concluir, acertadamente, que la j es el equivalente fricativo de la k y que la g de gato es una k sonora.

Hay otra correspondencia con un fenómeno conocido: la terna es un valioso apoyo visual para conocer un acontecimiento de la historia de la lengua muy estudiado: la primera mutación de Grimm, que consistió en que las consonantes de petaca del protoindoeuropeo evolucionaron hasta convertirse en las de forcejeo en protogermánico (si hubiera existido la palabra, petaca habría pasado a pronunciarse fezaja en los pueblos que hoy hablan lenguas germánicas), las de forcejeo en las de bodega y las de bodega en las de petaca, según indican las flechas de este modelo en forma de reloj que he ideado (véase la imagen). A los que hablamos otras lenguas indoeuropeas, en cambio, las consonantes en cuestión nos han llegado con muchas menos alteraciones en los últimos tres milenios. Las flechas simbolizan aquí unas reglas que dan idea de la transformación de los fonemas, representados por los símbolos de las letras.


De tal cambio, surgieron palabras del inglés moderno que pueden vincularse fácilmente (si se conoce la regla) con otras del latín o del griego y, por carambola, con el castellano. Va una tabla con palabras muy comunes que ilustran las nueve transformaciones producidas [1], un modelo con el que ilustrar el modelo.

Mutación
Palabra en latín/grieto/castellano
Palabra inglesa
p > f
padre
father
t > z
tres
three
k > j
cuerno
horn
f > b
frater (latín)
brother
z > d
thygater (hija en griego)
daughter
j > g
huerto (la h se pronunciaba en latín)
garden
b > p
bursa (bolsa en latín)
purse (monedero)
d > t
dos
two
g > k
genu (rodilla en latín)
knee

Llegados a este punto, es interesante comentar que los modelos no son perfectos, por varias razones:

- A veces, introducen elementos que no se dan en la realidad (la r de forcejeo).
- Simplifican la realidad hasta el punto de que pueden resultar engañosos, por ejemplo, una f no es exactamente «como una p pero fricativa», pues el punto de articulación es algo diferente (la f se pronuncia con los dientes, la p no). Antes, cuando he usado el vocablo «equivalente», he recurrido en realidad al teorema del punto gordo.
- No dan cuenta de todos los fenómenos acontecidos. Por ejemplo, en la evolución de las palabras de la tabla, se produjeron cambios semánticos además de los fonéticos −y otros cambios fonéticos que he pasado por alto−, pues sabemos que un huerto no es lo mismo que un jardín y que hay diferencias notables entre un monedero y una bolsa.

Lo anterior se podría resumir diciendo que se ha producido una simplificación deliberada. Con todo, las ventajas superan a los inconvenientes. Lo hacen sin duda en este caso.

Es aún más interesante comentar que los modelos no pueden, no deben ser perfectos, aunque solo sea como excusa para dar a conocer el relato Del rigor de la ciencia, de Jorge Luis Borges, que ilustra con brevedad magistral cómo lo perfecto es enemigo de lo bueno. El opúsculo viene a contarnos que el modelo solamente es manejable en la medida en que se suelta lastre, en que se simplifica. Uso aquí «manejable» en sentido metafórico y también literal; estamos ante un mapa que no se puede aprehender con las manos por su tamaño. No simplificar, según la interpretación que hago del texto, es perder la oportunidad de deshacernos de detalles que aportan poco o nada pero que obstaculizan.

En la misma línea, me viene a la cabeza el relato de Funes el memorioso, también de Borges. No se habla en este caso de modelos científicos, pero esta pieza daría pie a una analogía con aquellos e ilustra aún mejor por qué se debe prescindir de lo prescindible. La clave está en abstraer, y esta estrategia vale tanto cuando se habla de memorizar y pensar, como cuando se transmite conocimiento o se reflexiona sobre él. (El resultado de la abstracción en este segundo caso sería la creación de modelos científicos). El autor lo cuenta mejor que yo, así que le paso el micrófono:

- Ireneo Funes, portento que lo recordaba absolutamente todo «sabía de las formas de las nubes australes del amanecer del 30 de abril de 1882 y podía compararlas en el recuerdo con las vetas de un libro en pasta española que sólo había mirado una vez [...]»,
- «No solo recordaba cada hoja de cada árbol de cada monte, sino cada una de las veces que la había percibido o imaginado».
¿Qué problema tenía el protagonista?
1. «No solo le costaba comprender que el símbolo genérico perro abarcara tantos individuos dispares de diversos tamaños y diversa forma; le molestaba que el perro de las tres y catorce (visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el perro de las tres y cuarto (visto de frente)».
2. «[...] No era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer».[2]

[1] http://www.jpetrie.net/examples-of-grimms-law-in-english[2] Borges, J.L. (1996). Obras completas I. Barcelona: RBA - Instituto Cervantes.


miércoles, 19 de febrero de 2020

Blanqueando una noticia amarilla


Ejercicio para el curso de Experto en Comunicación de la Ciencia de la Universidad Pública de Navarra.

Noticia disponible en: https://okdiario.com/salud/macha-aplicacion-vacuna-contra-colesterol-5180564

viernes, 14 de febrero de 2020

No ver ni oír a derechas


Pueblo poco conocido de Jaén. Mediados del siglo XX. Una cierta señora celebraba jornadas de puertas abiertas de espiritismo a las que se presentaban curiosos para hablar con los muertos. Nada más empezar, la médium entraba en un breve trance y retransmitía el primer meme que se publicaba desde el más allá: «Que se salga Fulanito, que no cree». No me han llegado noticias de qué pasaba después.

Cambiamos de tercio. Dos rebaños de ovejas se aproximan el uno al otro. Don Quijote de la Mancha explica con pelos y señales quiénes son los caballeros de cada uno de los ejércitos que se van a batir a muerte, las razones de la disputa y cómo van ataviados y aparejados. Sancho lo emplaza a que mire bien, que son ovejas. Don Quijote sigue viendo guerreros. Sancho lo insta a que recabe más datos por otro canal, a que escuche los balidos que emiten las criaturas. «El miedo que tienes te hace, Sancho, que ni veas ni oyas a derechas», es la defensa del Caballero de la Triste Figura ante las comprobaciones que refutan su teoría.

Saltamos nuevamente en el tiempo. 1993. Baza (Granada). Un curandero convoca asus seguidores para que miren fijamente al sol para ver una aparición de la Virgen. Los creyentes resultan lesionados, algunos de ellos con ceguera irreversible. Recuerdo las declaraciones que hizo el iluminado en su día: «La Virgen apareció, lo que pasa es que algunos iban sin fe y los castigó». Muerte venga que achaque no tenga.

Seguimos observando astros. Año 1919. Una expedición de astrónomos liderados por Arthur Eddington viaja a la Isla de Príncipe, uno de los lugares idóneos para observar un eclipse que había previsto. Van espoleados por una predicción formulada por Albert Einstein; si su teoría de la relatividad −que a la sazón era más difícil de concebir y se percibía como más contraintuitiva que hora− era cierta, la luz de las estrellas próximas al sol se observaría de un cierto modo, y no como debería verse teniendo en cuenta solo la física clásica. Fue un brete para la teoría, un trance de los de swim or sink. Y nadó.

El filósofo Karl Popper quedó impresionado por la robustez del planteamiento. Era una teoría falsable y su postulante había establecido, cuatro años atrás, qué hecho tendría que darse para que quedara refutada. No se dio el hecho, luego la teoría se fortaleció. A Einstein no le bastó con realizar observaciones que confirmaran sus postulados, que las hizo (anomalías en la órbita de Mercurio), sino que trajo a colación el principio de falsabilidad, el cual constituye, a juicio de Popper, un punto fuerte de una teoría, no un punto débil.

Contrariamente a la teoría de Einstein, los ejercicios de cháchara con los muertos, la interpretación de la razón por la que dos rebaños se abocaban a un choque inminente y la supuesta aparición de la Virgen no son teorías falsables. Como mucho, se limitan a recabar observaciones que confirmen sus postulados: la médium y el milagrero seguramente se tuteaban con muchas entidades de ahí arriba y tenían en su haber dilatadas horas de coloquios. Don Quijote estaba muy versado en las cosas de la caballería andante, no solo por sus horas de lectura sobre la materia, sino porque también había corrido aventuras. Sin embargo, el mero acopio de observaciones, según se desprende de la filosofía de Popper, no es requisito suficiente para aceptar una teoría. Estas visiones del mundo, o bien de entrada no admiten críticas, no se lanzan al agua, (ejemplo de ello es la expulsión de la sesión de espiritismo del previsible trol) o bien utilizan sus propios preceptos para desestimarlas.

Por este motivo, Popper cargó contra tres corrientes de pensamiento muy en boga en su época: la interpretación histórica del marxismo, el psicoanálisis y la psicología del individuo. Sin duda, Marx había recopilado muchos datos, y Freud y Adler habían entrevistado a muchos pacientes, pero sus teorías no superaron la prueba de fuego como lo hizo la de Einstein. Cuando se vio que el proletariado no era cada vez más pobre, como se pronosticaba, el marxismo reinterpretó los elementos de juicio. Se salvó la teoría, pero ya no era una teoría científica.
Por abundar en lo expuesto en el párrafo anterior, citaré la breve obra Siete teorías de la naturaleza humana de Leslie Stevenson, quien habla de «sistemas cerrados» y califica como tales al marxismo, al cristianismo y al psicoanálisis. Un sistema cerrado se caracteriza por «1) no permitir que evidencia concebible alguna cuente en contra de la teoría, y 2) deshacerse de la crítica analizando las motivaciones del crítico en términos de la misma teoría» [1]. Así, quien no es marxista estaría sobornado por el capitalismo, el no creyente estaría enfadado con Dios y quien no crea en el psicoanálisis estaría en fase de negación (min. 15:45 aprox. del vídeo).

Para terminar, una digresión sobre el psicoanálisis. Según Sven Ove Hansson, una pseudociencia se caracteriza porque a) su área temática se encuentra dentro de los dominios de la ciencia; b) es tan poco fiable que no se puede confiar nada en ella; c) sus principales defensores la presentan como la información más fiable que hay disponible. No conozco la doctrina del psicoanálisis a fondo, pero veo muy probable que se trate de una pseudociencia de acuerdo con esa definición. Su área temática es la psicología. No me parece nada fiable, en el sentido de que algunas de sus reivindicaciones son totalmente contrarias a los principios de otras ciencias bien asentadas: el hecho de que los recuerdos dolorosos se repriman me parece que entra de lleno en conflicto con la teoría de la evolución; en realidad, deberían recordarse más para que así el afectado huya de los peligros y tener más probabilidades de supervivencia. En cuanto al tercer criterio, no sé si los psicoanalistas proclaman que su información es la más fiable, así que voy a especular: veo probable que así sea por la razón de que el psicoanalista ha de someterse él mismo durante muchos años a la supuesta terapia −según afirma Stevenson−, cosa que con seguridad conllevará un gasto monetario importante. Imagino que, cuando empiecen a obrar el síndrome del estafado y la tenacidad del inversor, muchos de los pertenecientes al círculo defenderán los principios de esta práctica como el súmum de la ciencia. Y el que diga que no, es que ni ve ni oye a derechas.

[1] Stevenson, L. (1987). La crítica de teorías. Ediciones Cátedra. Siete teorías de la naturaleza humana. Siete teorías de la naturaleza humana. p. 28

martes, 11 de febrero de 2020

Las nuevas tecnologías y la comunicación de la ciencia


Las nuevas tecnologías han supuesto una mejora para la comunicación de la ciencia por varias razones:
- Ahora, cualquier persona o entidad puede sacar partido a las plataformas disponibles sin necesidad de realizar fuertes inversiones de dinero. Hay instrumentos cada vez más manejables que permiten editar imágenes y vídeo. Se acabaron los tiempos en los que la ciencia solo se comunicaba por la televisión, la radio o el periódico.
- Por la misma razón, es más fácil que el contenido creado sea más ameno.
- La distribución se ha hecho mucho más barata. De hecho, se puede llegar al ideal de la publicidad gratuita: si el contenido es lo suficientemente bueno, lo compartirán los internautas por amor al arte. No me refiero solamente a las redes sociales, sino que también están los canales de distribución de vídeo y de podcast, gratuitos o de bajo coste.
- Se hace posible un contacto directo entre científicos y divulgadores y el ciudadano de a pie.
- Son cada vez más los usuarios que acuden a internet, concretamente a YouTube, antes que a cualquier otro recurso para buscar información, incluida la información de ciencia, por lo que hacer uso de las opciones disponibles ya está pasando a ser una obligación. Una causa de ello es la penetración de los smartphones entre la población. De igual modo, los podcasts presentan la ventaja con respecto a la radio de que su acceso es posible en cualquier momento.
Tanto es así que los medios tradicionales se están transformando para parecerse más a las nuevas tecnologías. Ahí está la televisión a la carta y la difusión como episodios de podcasts de los programas de radio.
Los nuevos cambios traen sus problemas: se difunden también pseudociencias; quienes buscan información en internet suelen confiar solo en personas que piensan igual que ellos; solemos leer en diagonal y tergiversar el mensaje y las búsquedas de Google están sesgadas.
En mi opinión las ventajas superan los inconvenientes. Según se desprende de las encuestas de percepción social de la ciencia, elaboradas por la FECYT, la valoración de los científicos entre la población es muy alta y el interés por la ciencia ha ido aumentando de forma sostenida con el paso de los años, desde principios de siglo. Además, se va reduciendo la brecha entre hombres y mujeres en lo que respecta al interés por la ciencia. Algo estarán haciendo bien las nuevas tecnologías.