Charles
P. Snow, científico y escritor inglés, tuvo un estrecho contacto en
su tiempo (mediados del s. XX) con dos especies opuestas: los
intelectuales de ciencias y los de letras. Snow pinta un panorama
fuertemente polarizado, con dos comunidades que no entablan diálogo
y que albergan estereotipos estúpidos sobre el de enfrente. Se
muestra incluso derrotista: opina que tal desencuentro acarrea unas
consecuencias penosas para la sociedad.
Snow
apunta a una idea incipiente, la de la «tercera cultura»; supone
que la colisión entre ambas «galaxias» (llama así a los dos
bandos) tiene que producir posibilidades creativas y estima que la
clave está en cambiar el sistema de enseñanza, que divide a los
alumnos en estas dos clases a una edad demasiado temprana. Su
prioridad no es, sin embargo, generar esa tercera cultura,
sino favorecer la comunicación entre las dos existentes, y llega
incluso a proponer la biología molecular como campo de interés
común a ambos polos y como componente obligatorio de la cultura
general. (Por cierto, Snow se da cuenta de que en realidad sí
comparten un interés común: la música). Según Snow, a diferencia
de la termodinámica, por ejemplo, la biología molecular no entraña
dificultades conceptuales serias pero sí requiere de imaginación
visual y tridimensional, por lo que los pintores y escultores
se abrazarían a ella.
Incluso aventuraba
que probablemente esta rama de la ciencia cambiaría la imagen que el
ser humano
tenía de sí mismo más de lo que la cambió Darwin.
Más
de tres décadas después
de que Snow expusiera su visión en la célebre conferencia «The Two
Cultures» de 1959, sus
esperanzas no se habían
materializado.
Al
menos en lo que respecta al
ámbito de interés común,
el científico y escritor
estuvo lejos de
acertar. No se ha
establecido el diálogo añorado: los intelectuales de letras no se
comunican con los de ciencias,
como Snow quería, lo
que ha ocurrido es que los de ciencias han logrado cautivar al gran
público, diré más, han
puesto sobre la mesa disputas que son asunto de toda la sociedad y no
solo de unas
élites.
La tercera cultura está
servida. En 1995, el agente
literario estadounidense John Brockman observaba
en su obra La tercera
cultura que esta
nueva esfera reúne a los
científicos y pensadores empíricos que, a través de su obra y
producción literaria, ocupan el lugar del intelectual clásico a la
hora de poner de manifiesto el sentido más profundo de nuestra vida.
Algunos
de los temas científicos que se han popularizado son: la
propia biología molecular,*
la inteligencia artificial, la vida artificial, la teoría del caos,
las redes neuronales, los fractales, la biodiversidad, la
nanotecnología, el genoma humano, las biosferas espaciales y varios
más. Físicos,
evolucionistas, biólogos, informáticos, psicólogos, sociólogos,
etólogos, antropólogos y otros profesionales
conforman la lista de intelectuales de la nueva era.
*
Eso sí, nos falta por ver, como me gustaría a mí, aminoácidos
plasmados en lienzo, en plan Kandinsky.
Imagen
«Brussels Atomium» de Ulrich Sander, obtenida a través de
www.pixabay.com
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