En los años 40 del s. XX, la
sociología de la ciencia adquiere relevancia con Robert K. Merton,
quien se ocupa más de estudiar a los científicos que al
conocimiento científico en sí. Merton establece cuatro normas o
valores que han de regir la SdlC, son las normas CUDEO:
- Comunitarismo: La ciencia debe ser
un bien de dominio público, al alcance de todo el que tenga la
capacidad intelectual y el deseo necesarios para conocerla. Se define
así el «imperativo de la comunicación de los hallazgos», que
choca con la concepción capitalista (sistema de patentes);
- Universalismo: Las propuestas de un
científico deben juzgarse con independencia del lugar que este ocupe
en el contexto social (raza, nacionalidad, etc.);
- Desinterés: (No confundir con
altruismo). Las investigaciones no se deben juzgar por intereses
particulares. No impide este principio que se busque el beneficio
propio;
- Escepticismo organizado: Se
suspende temporalmente el juicio sobre unos resultados hasta que no
se hayan efectuado los correspondientes exámenes independientes.
- Originalidad o exigencia de
novedad. (Este quinto criterio se añadió más tarde).
Personalmente, me parece que las
cuatro primeras normas son imprescindibles para la ciencia porque su
aplicación evita los sesgos o los reduce en la medida de lo posible.
Es esto más que evidente en el caso del escepticismo organizado, es
una tautología o casi: a mayor número de personas con conocimiento
de causa que examinen un estudio, menor será la probabilidad de que
estas compartan el sesgo y, por lo tanto, más fácil será descubrir
los posibles errores. También es patente esta ventaja en los casos
del universalismo y del desinterés: sus opuestos, el localismo y la
investigación comisionada, ya introducirían sesgos por definición.
Por último, el comunitarismo me parece otro buen filtro porque
somete todo estudio al juicio de muchas personas, de un modo parecido
al del escepticismo, pero tal vez de manera más informal. Los
valores CUDEO, son pues, como el propio Merton postula, buenos en sí
mismos y, en mi opinión, hasta que llegue un cambio de paradigma que
lo ponga todo patas arriba, atemporales.
Diría que están vigentes en la
ciencia actual. Un buen ejemplo del comunitarismo lo encontramos al
saber que Feng Zhang, uno de los científicos que han contribuido al
avance de la revolucionaria tecnología CRISPR-Cas9, distribuyó los
reactivos que descubrió gratuitamente a 25.000 investigadores de
todo el mundo. (Con prácticas así ganamos todos: la información
compartida por unos sirve para que otros aporten la siguiente pieza
del rompecabezas). En cuanto al desinterés, existe un sistema de
patentes que afectan a los nuevos medicamentos −de algo tienen que
vivir quienes los descubren−, pero que caducan pasados veinte años
de su descubrimiento (no de su comercialización). Respecto al
universalismo, cabe afirmar que muchos de los avances científicos se
producen gracias a la acción de equipos interdisciplinares. El
escepticismo organizado viene garantizado por el sistema de arbitraje
por pares, que se realiza de forma anónima, y que en muchos casos se
considera imprescindible no ya para publicar los resultados de un
estudio, sino también para obtener financiación. Se ha puesto de
moda decir que vivimos en una distopía por diversas razones, pero
hoy a mí me toca hacer una provocación y aportar el contrapunto: es
todo amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario