Pueblo
poco conocido de Jaén. Mediados del siglo XX. Una cierta señora
celebraba jornadas de puertas abiertas de espiritismo a las que se
presentaban curiosos para hablar con los muertos. Nada más empezar,
la médium entraba en un breve trance y retransmitía el primer meme
que se publicaba desde el más allá: «Que se salga Fulanito, que no
cree». No me han llegado noticias de qué pasaba después.
Cambiamos
de tercio. Dos rebaños de ovejas se aproximan el uno al otro. Don
Quijote de la Mancha explica con pelos y señales quiénes son los
caballeros de cada uno de los ejércitos que se van a batir a muerte,
las razones de la disputa y cómo van ataviados y aparejados. Sancho
lo emplaza a que mire bien, que son ovejas. Don Quijote sigue viendo
guerreros. Sancho lo insta a que recabe más datos por otro canal, a
que escuche los balidos que emiten las criaturas. «El miedo que
tienes te hace, Sancho, que ni veas ni oyas a derechas», es la
defensa del Caballero de la Triste Figura ante las comprobaciones que
refutan su teoría.
Saltamos
nuevamente en el tiempo. 1993. Baza (Granada). Un curandero convoca asus seguidores para que miren fijamente al sol para ver una aparición
de la Virgen. Los creyentes resultan lesionados, algunos de ellos con
ceguera irreversible. Recuerdo las declaraciones que hizo el
iluminado en su día: «La Virgen apareció, lo que pasa es que
algunos iban sin fe y los castigó». Muerte venga que achaque no
tenga.
Seguimos
observando astros. Año 1919. Una expedición de astrónomos
liderados por Arthur Eddington viaja a la Isla de Príncipe, uno de
los lugares idóneos para observar un eclipse que había previsto.
Van espoleados por una predicción formulada por Albert Einstein; si
su teoría de la relatividad −que a la sazón era más difícil de
concebir y se percibía como más contraintuitiva que hora− era
cierta, la luz de las estrellas próximas al sol se observaría de un
cierto modo, y no como debería verse teniendo en cuenta solo la
física clásica. Fue un brete para la teoría, un trance de los de
swim or sink. Y nadó.
El
filósofo Karl Popper quedó impresionado por la robustez del
planteamiento. Era una teoría falsable y su postulante había
establecido, cuatro años atrás, qué hecho tendría que darse para
que quedara refutada. No se dio el hecho, luego la teoría se
fortaleció. A Einstein no le bastó con realizar observaciones que
confirmaran sus postulados, que las hizo (anomalías en la órbita de
Mercurio), sino que trajo a colación el principio de falsabilidad,
el cual constituye, a juicio de Popper, un punto fuerte de una
teoría, no un punto débil.
Contrariamente
a la teoría de Einstein, los ejercicios de cháchara con los
muertos, la interpretación de la razón por la que dos rebaños se
abocaban a un choque inminente y la supuesta aparición de la Virgen
no son teorías falsables. Como mucho, se limitan a recabar
observaciones que confirmen sus postulados: la médium y el milagrero
seguramente se tuteaban con muchas entidades de ahí arriba y tenían
en su haber dilatadas horas de coloquios. Don Quijote estaba muy
versado en las cosas de la caballería andante, no solo por sus horas
de lectura sobre la materia, sino porque también había corrido
aventuras. Sin embargo, el mero acopio de observaciones, según se
desprende de la filosofía de Popper, no es requisito suficiente para
aceptar una teoría. Estas visiones del mundo, o bien de entrada no
admiten críticas, no se lanzan al agua, (ejemplo de ello es la
expulsión de la sesión de espiritismo del previsible trol) o bien
utilizan sus propios preceptos para desestimarlas.
Por
este motivo, Popper cargó contra tres corrientes de pensamiento muy
en boga en su época: la interpretación histórica del marxismo, el
psicoanálisis y la psicología del individuo. Sin duda, Marx había
recopilado muchos datos, y Freud y Adler habían entrevistado a
muchos pacientes, pero sus teorías no superaron la prueba de fuego
como lo hizo la de Einstein. Cuando se vio que el proletariado no era
cada vez más pobre, como se pronosticaba, el marxismo reinterpretó
los elementos de juicio. Se salvó la teoría, pero ya no era una
teoría científica.
Por
abundar en lo expuesto en el párrafo anterior, citaré la breve obra
Siete teorías de la naturaleza humana de Leslie Stevenson,
quien habla de «sistemas cerrados» y califica como tales al
marxismo, al cristianismo y al psicoanálisis. Un sistema cerrado se
caracteriza por «1) no permitir que evidencia concebible alguna
cuente en contra de la teoría, y 2) deshacerse de la crítica
analizando las motivaciones del crítico en términos de la misma
teoría» [1]. Así, quien no es marxista estaría sobornado por el
capitalismo, el no creyente estaría enfadado con Dios y quien no
crea en el psicoanálisis estaría en fase de negación (min. 15:45
aprox. del vídeo).
Para
terminar, una digresión sobre el psicoanálisis. Según Sven Ove
Hansson, una pseudociencia se caracteriza porque a) su área temática
se encuentra dentro de los dominios de la ciencia; b) es tan poco
fiable que no se puede confiar nada en ella; c) sus principales
defensores la presentan como la información más fiable que hay
disponible. No conozco la doctrina del psicoanálisis a fondo, pero
veo muy probable que se trate de una pseudociencia de acuerdo con esa
definición. Su área temática es la psicología. No me parece nada
fiable, en el sentido de que algunas de sus reivindicaciones son
totalmente contrarias a los principios de otras ciencias bien
asentadas: el hecho de que los recuerdos dolorosos se repriman me
parece que entra de lleno en conflicto con la teoría de la
evolución; en realidad, deberían recordarse más para que así el
afectado huya de los peligros y tener más probabilidades de
supervivencia. En cuanto al tercer criterio, no sé si los
psicoanalistas proclaman que su información es la más fiable, así
que voy a especular: veo probable que así sea por la razón de que
el psicoanalista ha de someterse él mismo durante muchos años a la
supuesta terapia −según afirma Stevenson−, cosa que con
seguridad conllevará un gasto monetario importante. Imagino que,
cuando empiecen a obrar el síndrome del estafado y la tenacidad del
inversor, muchos de los pertenecientes al círculo defenderán los
principios de esta práctica como el súmum de la ciencia. Y el que
diga que no, es que ni ve ni oye a derechas.
[1]
Stevenson, L. (1987). La crítica de teorías. Ediciones Cátedra.
Siete teorías de la naturaleza humana. Siete teorías de la
naturaleza humana. p. 28
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