Ejercicio
para el curso de Experto en Comunicación de la Ciencia de la
Universidad Pública de Navarra
Para
Neil DeGrasse, la principal función de la divulgación científica
debe ser adiestrar el cerebro para
que piense y no atiborrarlo de conocimientos. Opina DeGrasse que tal
destreza deberá enseñarse en los colegios.
Estoy
muy de acuerdo. Ahí va mi
experiencia personal: Muchos
de los conocimientos que se me enseñaron en primaria no me han
servido de nada, ni siquiera para el resto de mi vida académica: el
método de cálculo de las raíces cuadradas, la tabla periódica,
las capitales de Europa y
tantas otras. Algo más de utilidad tuvieron el análisis sintáctico,
para expresarme
mejor en
otros idiomas, la resolución de problemas matemáticos, por razones
obvias, y el análisis de
las causas y consecuencias de los acontecimientos históricos, para
preguntarme por qué pasan las cosas que pasan hoy en día. Todavía
se podría haber hecho mejor;
echo de menos que se me enseñara a redactar (hacíamos
redacciones, pero no nos
decían como), muchos de los
problemas de matemáticas no tenían aplicación práctica («Dos
coches salen de dos ciudades,
A y B, al mismo tiempo...»)
y al laboratorio se entraba poco.
Pienso
que en nuestra sociedad, la educación no formal (el
entorno familiar y social, libros, revistas, periódicos y medios en
línea, según enumera Vladimir de Samir)
está despertando el interés de los niños por la ciencia, puesto
que sabemos que la sociedad en su conjunto está cada vez más
expuesta al saber
científico, según se
desprende de la evolución en el tiempo de los resultados de las
Encuestas del la Percepción Social de la Ciencia.
Se deduce, por lo tanto, que cada vez hay más entornos sociales
favorables a la transmisión del saber científico.
Por añadidura, existen programas científicos de entretenimiento y
en clave de humor (aptos para
adolescentes y tal vez también para niños),
que no había en el pasado,
según afirma también de Samir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario